Y sin que se nos olvide que es harto difícil. Sin ignorar que es solo a base de esfuerzo, trabajo, humildad e ilusión como se consigue. Nunca dejando a un lado que no son siempre las mejores condiciones en las que lo sacamos adelante, aunque tampoco apelando a la excusa innecesaria. Tal vez un año no lleguemos a la final. Y no pasará nada. Porque crecemos con el proceso, nunca con el resultado, sin obviar que a nadie le amarga un dulce en forma de premio y reconocimiento. Pero lo que verdaderamente nos llena son todos y cada uno de los días en los que caminamos juntos con todas y cada una de sus circunstancias. Las nuestras. Los ensayos a como dé lugar, los bocadillos en el recreo a medio comer, los cafés bebidos deprisa y corriendo, las partituras sobre las que se nos derrama ese zumo que no nos dará tiempo a consumir antes de que se reanude la 4ª hora. Atentos al correo por si llegan nuevas instrucciones, nuevos horarios, nuevas propuestas. Puliendo nuestro inglés, nuestro francés y si se nos apura hasta nuestro esperanto. En definitiva, viviendo a partir de una máxima que no pocos parecen haber olvidado: la música es un arma de construcción masiva.